20080111

Anoche Soñe Contigo

"Me he enamorado por primera vez... pero tengo miedo, de que sólo sea una ilusión"

Las maletas estaban hechas, todo estaba empacado, la despedida a lo que alguna vez había sido su hogar ya había sido efectuada. Alberto había olido por última vez la pintura de sus paredes, no por la pintura en sí, o por sus aficiones malsanas, sino porque ese olor le recordaba el día que Abraham llegó a su vida, o quizá fue al revés, el punto es que ahora las cosas estaban empacadas.

Había cenado una noche anterior en el piso, en platos desechables y una copa que rompió después de la cena, una cena solitaria pero bastante reconfortante, llena de todo, furia, tristeza, añoranza, había sido una noche bastante dura. La casa estaba vacía, semioscura, era demasiado espacio para alguien que vive solo, eran demasiadas cosas para alguien que vive solo. La cocina que siempre estaba llena de las risas de Abraham, risas y tabaco, el baño, inundado de revistas y cartas. Las habitaciones enormes, siempre llenas de visitas, siempre llenas de aromas. Sí, efectivamente, el sentimiento de mudanza rondaba fuerte a Alberto.

Al salir de la casa, prometió no mirar atrás, el personal de la mudanza se encargaría de sacar todo y él se adelantaría en un taxi con la única maleta que él celosamente atesoraba, un maletín café, un poco desgastado pero resistente.

Salió, suspiro, no derramó una sola lágrima y comenzó a caminar, dio pasos firmes, pensó en el nuevo departamento, en el sillón verde, pensó que esta vez no estaba solo. Recorrió mentalmente su antigua casa por última vez y decidió no mirarla más. Pensó en su trabajo, en Adrián, en el vino, en la cama, trató a toda costa de evitar a Abraham.

Abraham hacía tiempo había abandonado a Alberto, le dijo que no lo amaba y comenzó su camino en un lugar aparentemente mejor, Abraham siempre fue de pocas palabras, pero bastante contundentes, como diría Frida, Abraham no le pertenecía a nadie más que a sí mismo. Siempre intento querer a Alberto y sólo una vez lo amó, Después de eso, volvió a cerrar su corazón y vivir bien hasta que algo mejor llegara. Siempre fue inseguro, por lo que siempre daba el primer golpe.

Y su golpe fue duro, la noche que dejó a Alberto fue de las más duras, no iba a tener ningún reparo en decirle con cuantos se había acostado a lo largo de su relación, no iba a detenerse a pensar si decirle o no cuánto le aburría que Alberto no fumara, que no riera, que no hablara; y mucho menos, jamás se iba a tentar un corazón ausente para decirle que no lo amaba.

Y Alberto cayó en un coma emocional, de esos en los que mueres de a poquito y sin darte cuenta. Pero despertó el día que conoció a Adrián, igual de romántico que él, creyente de las miradas parisinas en un café de la Roma, la conquista fue perfecta, como siempre la quizo, un poquito de su parte y otro poco de la suya. Pero hay algo, algo que incomoda por veces a Alberto, las últimas noches que pasó en su antigua casa, escuchaba susurros, imparables e indescriptibles, todos a la misma voz "...Y pues ya, se acabó... la verdad no te amo". Su corazón se hace chiquito y cortante cada que se acuerda, cada que lo escucha, pero quién se fija en eso cuando no está solo. Nadie.

Alberto y Adrián. Quienes los viera no podría saber que Alberto ya ha muerto tres veces; y de Adrián, de él poco se sabe.

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