20091127

El día que se suponía no debía llegar jamás

Conté las horas para que el momento llegara. Finalmente, como todos los hechos que me he ofrecido a esperar y que a su tiempo y espacio han llegado, no fue como lo imaginé. Ni siquiera rozó en lo que mi desesperada imaginación me ha tenido sometido, fue, más bien, como todo lo que no me he atrevido a imaginar por temor a no distinguir la realidad de lo que no se puede palpar.

Ahora tengo colgado sobre mi pared un calendario indefinido, con horas altaneras y promesas que se atolondran como las hormonas de esa juventud que en mí he creído perdida.

Tengo marcadas dos fechas importantes: la del día que abra los ojos por segunda vez y la del día que él llegue. Podría decir, casi con una hastiada certeza, que las fechas marcadas son notables hasta que no pasan. Después, no pasa nada.

Siempre supe que el camino se abriría, como cuando uno ve por primera vez el mar y le parece infinito. Había pronosticado que la vida sería lo que pasara mientras este camino comenzara a tomar forma. Así fue. Pero ahora debe haber un paso cauteloso y juicioso en este rumbo que tan de repente se formó.

Por fuera está este hombre que dice no querer nada. Por dentro está el niño que todavía no tenía esa barba que ocultaba su rostro y que pensaba que el amor era la fuerza más poderosa del mundo. Sí quiero y quiero mucho todavía.

20091116

La Salida

Estoy a pocos días de salir de la Universidad, francamente estoy en un estado ansioso y poco normal en mi persona.
Todo el día quiero fumar, pero mi cuerpo lo rechaza, todo el día quiero hacer cosas pero estoy cansado. Mi psicólogo dice que es depresión... ok, no tengo psicólogo, pero si lo tuviera seguro ya me habría mandado a medicar hasta la médula.
De repente siento como si quisiera irme a empezar la vida de nuevo, porque me da esa curiosa sensación de que cada término de ciclo involucra invariablemente el inicio radical de uno nuevo. A lo mejor no debe ser así siempre, pero esta vez, más que nunca, me gustaría que así fuera.
También tengo otro miedo, que me ha afectado más que de costumbre por la clase de experiencias que se me han amontonado a la salida del cine, en el pueblo de mis abuelos y en general, cada que despierto y hasta que amanece.
Tengo el impulso rabioso de olvidar a todos, así como cuando formateo mi computadora porque ya me tiene hasta la madre. Me da una cosa espantosa que pasen los meses y no extrañe ni tenga ganas de ver a nadie y que dentro de unos años, cuando esté viejo y canceroso, necesite de alguien que me acompañe a tomar un café y descubra que ya no hay más números en mi agenda. Aunque debo admitir que así ha sido siempre, pero supongo que debe ser difícil cuando de verdad necesitas a alguien.
Sé que sí habrá gente que toque mis desaparecidos sentimientos, aunque mi personalidad orgullosa no quiera aceptarlo.
Será una hermosa vida, eso lo sé.

20091104

Pan de Muerto

Qué curioso, morirse el Día de Muertos.

De este fin me quedo con todo lo que está de este lado, lo que es para y del funeral. Con las flores blancas y las lágrimas esperanzadas.

El viernes aprendí que soy un mal soporte emocional, pero que aún quedan reminiscencias de la empatía que alguna vez tuve. Que la tristeza huele a desinfectante para pisos y que los momentos no son como siempre imaginé que serían. Supe que tengo más familia de la que me gustaría admitir o de la que me gustaría conocer.

El sábado encontré que las madrugadas en los lugares donde el aire no tiene smog son más frías. Que la comida natural efectivamente me hace daño y que la familia no sólo rebasa los límites del tiempo, también del espacio. El olor de Chapa de Mota me hizo saber que es un lugar al que regresaré con menor frecuencia cada vez. Y me puse a pensar como en el cortito ese de París: "Me pregunto si alguien irá a mi funeral cuando muera... Bueno, no importa, porque estaré muerto".

Ese mismo día descubrí que es IMPOSIBLE dormir en una silla si no he ingerido una cantidad grosera de alcohol y que la luna alumbra más en un cielo con estrellas. Que no hay hora para comer elotes asados y que la muerte tampoco distingue a la ciudad del campo.

El domingo. El domingo había todavía cosas por saber. Que tengo poca tolerancia a mi familia. Que me siento culpable por no querer convivir con ellos, pero es más mi necesidad de estar solo, sin hijos ni esposo, ni esposa, ni amigos que me acompañen a un funeral. Encontré que nadie puede llorar tanto y que pocas cosas son una razón válida para quejarse en comparación con otras. Supe que un cuerpo puede durar hasta cinco días y que no quiero ir a un funeral nunca más.

Y pude pensar en muchas cosas mientras echaban la colación en aquel panteón de Chapa de Mota. Me gustan las flores y si no me las regalo yo, nadie lo hará. Me gusta la compañía de las personas pero especialmente la mía. Nada me deben y a nadie debo nada. Si me muriera hoy, sabría que todo está bien, porque hoy en día todo y nada son lo mismo. Yo soy de esa idea, todo y nada son lo mismo.

Y regresé, para descubrir que no me gustaría vivir solo, pero que no tendré opción. Que de una agenda telefónica todo es nada. Básicamente.

Pero el lunes, el lunes las casualidades me salieron debiendo. No porque no ocurrieran, sino porque ya no valen. Hay que ansiarlas y no saberlas para que pasen. Y finalmente todo quedó bien. Todo tiene un cierto equilibrio, tanto que molesta. Y entonces ya no sé cuando volveré a aprender tanto otra vez.