20110905

When I first saw you I knew that you had a flame in your heart


Me siento como recién llegado, con las maletas y todo. Como la primera vez que desempaqué todo de la forma errónea porque nunca me había mudado o como la vez que no guardé todas las cosas porque nunca había volado en avión.

Recién egresado de la escuela de alguna parte y sin haber aprendido absolutamente nada, pero con la plena certeza de que habían transcurrido los mejores años de mi vida. Me siento enfrente de una puerta por la que he entrado siempre y, a pesar de todo, esta sería la primera vez.

He aceptado mis zapatos gastados con una humildad que siempre me caracterizó, pero que no quería. Ahora sí. Desperté de los siglos de intranquilidad y me siento preparado para entregar de forma pacífica los escritos que coleccioné del camino que ya no recuerdo.

Saludo a mis padres, que con la más grande alegría me dan la bienvenida, y descubro el significado a distancia de lo que es un hogar. No vengo solo, ahora somos dos.

Debería ser ley esta etapa de vida en la que un espejo ya no es enemigo y la comunión con uno mismo es de primordial relevancia. Deberíamos exigirnos unos segundos para ver con otros ojos a la persona con la que hemos despertado cada momento de nuestra existencia.

Yo sólo espero que sepa que es lo más importante que me ha pasado en la vida.

Florista


“Voy a comenzar con algo sencillo: un viaje a través del tiempo, con el que evitaré que la joven versión de mí tome otros rumbos que lo lleguen a convertir en lo que no soy y me desaparezca”.
Cómo podría explicarle al chico de las flores que no me molesta su pasado, a pesar de que su historia generalmente me provocaría un rechazo inmediato. Encuentro difícil expresarme de forma correcta para anunciarle que tengo los mismos órganos vitales y fallas de origen.
Es por eso que cuando me platicó de lo atareado que se encontraba en el negocio de la venta de fragantes flores, sonreí como me educaron para hacerlo, pensando que si yo lo deseaba podría obtenerlas de forma gratuita: todas las que quisiera y de los más brillantes colores.
Pensaba en hacerle saber que todo estaba bien con un beso en los labios. Al salir, quería comprarle flores, pero temí que ahora sería yo el objeto de su rechazo,  ¿cómo le regalas flores a un florista? Él las ha visto todas.
Muchos le han comprado flores, no tengo la menor duda de eso. Sus viajes podrían narrarse por sí solos sin necesidad de una voz, sólo de sus ojos. Sus labios han sido participes de brutales fiestas y en su cabello descansan los sueños que no se pueden contar. Yo lo sé porque lo he visto, porque en mi bolso tengo mi propio libro de la vida y es aún más perturbador.
Si yo te contara, mi hermano, las experiencias fugaces de esta vida interminable, tendrían que enviarme a la horca. Porque yo no vendí flores, sino deseos. Yo era el genio sin nombre; poderoso y esclavo, perdido en el más siniestro de los anonimatos.

La Reina


Del grupo de las sensuales arañas, con sus abombados opistosomas y sus largas patas, Rina era la más pequeña. Siempre vulnerable y torpe para tejer, aprendió que pocas virtudes la llevarían a convertirse en un insecto decoroso y digno de belleza.
Rina era simple, amistosa; extendía al menos tres de sus patas para saludar, pero también era traicionera, usurpadora. Por eso no dudó un segundo en devorar el alimento de Xia y Lena cuando tuvo la oportunidad. También a su pareja.
Dos arañas no habitan el mismo perímetro, porque en esencia son solitarias oportunistas, pero Rina quería hacerse de un imperio; y los imperios están habitado por alguien más que uno mismo.
La pequeña Rina, delicada y amenazadora, focalizó todo su esfuerzo en su angosta hilera y excretó una seda tan pegajosa, que no quedaría escapatoria: caerían tramposamente o a voluntad.
“Puedo sentirme la reina, pero no puedo devorarlas para serlo en verdad”, exclamó exhalando aire entre sus quelíceros y se sintió tranquila.

Till The World Ends


6:30 de la mañana, corriendo tras el autobús y logrando subir a uno de los escalones para permanecer colgado, contrariando la ley de Gravitación Universal y de lógica en mis capacidades psicomotoras.

Luchar contra la sobrepoblación, la pobreza y el aseo excesivo, o la falta de él, me parece muy desgastante para la hora en que tomo el primer autobús. No hay que mencionar los daños colaterales, como el obstaculizado camino a un mayor nivel cultural o el imposibilitado reestablecimiento de las funciones biológicas, atrofiadas en parte porque no cumplieron su tiempo de recobro.

El primero sólo es la antesala del prolongado camino que dirige a una jornada llena de altibajos. Describirlos traería un sentimiento inevitable de náusea y picazón que sólo se calman con el trayecto inverso. Con el regreso del infierno.

Tengo en mis manos la historia de miles, condensada en un espacio tan pequeño que sólo es comparable con el espacio en que esos miles conviven todos los días a las 7:53 am.

¿Cómo podría quedarme tiempo para ponerme a pensar en el amor, si me han quitado el único espacio en que investigaba ese campo tan lleno de sinsabores?

De regreso sólo existen las historias que no son y el tiempo más perfecto para cada una de ellas: el que no será. Pero las situaciones primeramente mencionadas crecen exponencialmente cuando se han dejado reposar por más de ocho horas. Como el caldo que se deja bajo el sol.

Pobre eres y pobre morirás. Contando tus horas y tu dinero, e intercambiándolos como si fuera el negocio de tu vida. ¿Qué no has aprendido nada?