20100320

Freno

I think I was flying at the speed of light.

Mi madre me ha dicho repetidamente que sería un error comprar una motocicleta. Son peligrosas- es lo que siempre me dice, mientras le cuento con gran enojo sobre el tráfico y mis horas desperdiciadas en la ciudad.

Lo cierto es que a mi me gustaría no hablarle del tráfico, sino del amor. Del amor que siempre he imaginado y que, sin embargo, es lo más real que he tenido. Me gustaría preguntarle y escuchar sus consejos de madre. Estoy seguro que llegaría ella a la misma conclusión que con las motocicletas.

Es peligroso- me diría -pero si lo haces con cuidado, despacio y practicando, seguro te sería útil y placentero. Entonces yo la miraría y le diría que nunca me quiero enamorar de verdad.

Pero tanto mi buena relación con mi madre, como la afirmación de que no quiero usar el corazón son mentira. Del tipo de mentiras que rodean mi vida y que tarde o temprano me harán terminar bajo supervisión médica y en constante estado de letargo.

Lo peor de las motocicletas es no saberlas manejar en medio del tráfico. La velocidad a la que se avanza determina si vas a terminar hecho mierda en una calle del centro o si llegarás a tiempo para continuar de manera cotidiana con tu vida. Igual el amor, el corazón y todas esas cosas cursis que nadie nos enseña a manejar y que algunos descompusimos a destiempo.

Un día le voy a contar a mi mamá que estoy mal enamorado porque nadie me advirtió cómo hacer el amor. Le diré que necesito saber que ella me va a abrazar si él decide lo mismo que han decidido los demás. Y sobre todo, le pediré que me aconseje porque yo ya no sé que hacer con mis frenos averiados.

20100305

Gira Trágica y Amorosa

Lo que él me dijo es cierto: hay que tomarse las cosas con menos seriedad. El amor, la muerte, la pobreza o el inevitable fin del mundo son hechos que nos sobrepasan y por lo tanto están (o deberían estar) fuera de nuestro rango angustioso.

Yo me acuerdo que antes había una incesante necesidad en mi ser de estar al control de todas las situaciones que me rodeaban. Evidentemente eso lograba que noche tras noche, y sin tregua alguna, me quedara dormido entre baba y lágrimas.

Pero los lagrimales se desgastan y el alma se queda seca. Al menos eso es lo que creo que me fue pasando, porque no podría explicar de otra forma que ahora tenga un espectro sentimental limitado a dos emociones: enojo y satisfacción laboral. ¡Ah! Y hambre, pero eso no es una emoción.

Entonces ahora ya no me tomo las cosas en serio. Podrían desfilar ante mi todas las cosas que en la vida he querido y dejado escapar, y aún así podría no sentir nada. No es feo, antes lo era, pero uno termina por acostumbrarse a todo, bendita adaptación humana.

Por eso el humor se ha convertido en nuestro aliado. Nos deshace y nos recoge con una facilidad que se le perdona todo. Yo le perdono todo al humor, menos que me abandone. Eso sí que no.

Y para acabar con la autocompasión que abunda en este viernes antes de la monumental ingesta alcohólica, sólo me queda dedicarle unas palabras a ese caballero que me roba…:

“Voy a deslizar un momento mi mano por tu pelo y siento que en otras instancias no te hubieras fijado en mi, ni yo en ti”.