20121224

I'm not religious, but... I'm 25

"Hay bajo el sol un momento para todo, y un tiempo para hacer cada cosa: tiempo para nacer y tiempo para morir; tiempo para plantar y tiempo para arrancar lo plantado; tiempo para matar y tiempo para curar; tiempo para demoler y tiempo para edificar; tiempo para llorar y tiempo para reír; tiempo para gemir y tiempo para bailar; tiempo para lanzar piedras y tiempo para recogerlas; tiempo para los abrazos y tiempo para abstenerse de ellos; tiempo para buscar y tiempo para perder; tiempo para conservar y tiempo para tirar fuera; tiempo para rasgar y tiempo para coser; tiempo para callarse y tiempo para hablar; tiempo para amar y tiempo para odiar; tiempo para la guerra y tiempo para la paz".

Me imagino de rodillas dentro de una gran iglesia vacía repitiendo el mismo versículo como poseído por horas y horas, porque siempre fue mi favorito y porque me conforta el alma. Entre cada oración se me salen las lágrimas porque todo el mundo me ha repetido que he perdido el camino. Y yo siento que nunca lo tuve.

Pero entonces regreso del mundo de imaginación y me detengo a ver fijamente a mi alrededor: la sala con estampado de flores, los libros de ortografía que me sirven para atormentar(me) y las películas en alta definición que me convierten en un mejor apreciador del arte, o eso me dijo el vendedor. Todas las cosas por las que he vivido y crecido, que pensé que nunca pasarían, pero que ahí están. Nada se ha movido.

No voy a negar que me sirvió mucho madurar de chingadazo. Que aventarme del edificio sin saber abrir el paracaídas me ayudó a enfrentarme a mí mismo y mis capacidades. Puedo garantizar con gran arrogancia que dos de los 10 platillos que intenté en la cocina me quedan espectaculares, pero nada más.

Desde luego que la vida desde el sur de la ciudad no es igual; estaré más lejos, pero estoy más cerca que nunca. No abandoné todo del todo, pero sí me dejé llevar por lo que creía que sería la mejor de las oportunidades. Lo fue, en su momento.

Fue el año de más cambios, los más fuertes, los más importantes. Me abrí paso al mundo para descubrir que está mucho más complicado de lo que esperaba, pero que no estoy solo. Que voy viajando acompañado y que, si me caigo, tendré manos afectuosas dispuestas a ayudarme a levantarme.

Como otros años, y en lo que espero sea una maravillosa tradición para el futuro, agradezco infinitamente el amor incondicional, puro y tierno de +Daniel G, quien no sólo ha estado ahí, pendiente de mis cambios y transformaciones, sino que pacientemente me ha arropado en los momentos de más dura turbulencia.

A mis amigos, compañeros y compadres: mil gracias por su existencia. Yo no sería yo si no los tuviera a ustedes en mi camino. Seguimos andando y seguimos cabalgando. Y si alguien se lo pregunta, el primer párrafo es sólo parte de mi herencia cristiana.

20120514

The new adventures of that old man

Y si hace dos meses me hubieran contado mi vida, me habría dado mucha ansiedad, porque no soy resistente a los cambios. Me hago chiquito y me pongo a llorar.

Estaba decidido a terminar mi periodo hasta la muerte; no iba a existir una oportunidad que me despertara del conformismo y, al mismo tiempo, incomodidad en los que estaba ocho semanas atrás. Pero pasó, llegó esa llamada que te cambia la vida, literalmente.

De pronto, como por arte de magia, sentí que todo había valido un poquito la pena. Nuevo. Como el olor de un auto la primera vez que lo abres o el rechinido del unicel cuando sacas tu refrigerador de la caja. Me tuve que armar de valor para no desarmarme en Periférico y regresar con la cola entre las patas.

Luego supe que los grandes cambios no llegan solos. Si no era el trabajo, tenía que ser el hogar. El departamento vacío recién pintado de blanco. Las cosas viejas en bolsas negras de basura y mi corazón confundido porque aún no sé hasta donde voy solo. Y las 14 llaves.

La estabilidad llega antes de lo que uno piensa.





20120408

La revolución sexual


La adolescencia no es fácil para nadie. Esa es la historia que me he repetido durante los últimos 15 años para justificar mi comportamiento, mis corazas, mis amistades y mis faltas de cariño. No es un tema del que hable frecuentemente porque prefiero pensar que nunca pasó. Mirar hacia atrás es como pensar en esa película de poca audiencia que sólo los coleccionistas recuerdan.


Y un día, cuando ya ves tu vida desde el piso 12 de un emporio mediático, te das cuenta que en tus tiempos no existía ese programa de protección al más débil. Nadie había inventado el “bullying”; el razonamiento lógico aún tenía que ver con la fuerza bruta y saber usarla a tu favor. Era el tiempo en el que dominaban las hormonas, y las mías iban a toda velocidad y en sentido contrario.


¿Han tenido una relación tan destructiva que cuando vuelven a encontrar a esa persona se les congela la sangre y se les baja la presión? Yo tuve varias. Y todas fueron al mismo tiempo.


 Me encontraron. Merecen un premio o algo. No voy a negar que he sentido náuseas los últimos días sólo de pensar que no está olvidado ni perdonado. Y me he consumido por mi morbo de ver en sus imágenes un reflejo de esas épocas.


Una reunión es una reunión. Esto no es una película adolescente. Igual Pepe se equivoca y ellos sí han cambiado un poco. A lo mejor nuestras vidas no son eternamente como en la secundaria, pero ahora con cuentas bancarias. A lo mejor estaban igual de confundidos y asustados que yo.

 

20120220

Duerme soñando

Las almas libres no se vuelven Godínez. Si me lo repito hasta el cansancio, tal vez me transporte a esa otra dimensión donde no fui capturado en una jaulita de comodidades.

La escena matutina es deprimente: caras trabajadoras cansadas de trabajar, suelas gastadas, ropa común, en ocasiones sucia; si el infierno existe, entonces está ubicado en la línea 2 del metro. Y me sigue hasta las 7 de la noche.

Existe la suerte de soñar despierto, pero 9 horas de trabajo tercermundista te vuelven a apagar. Somos la maquila de los sueños de alguien más. Debo confesar que sí me ha afectado trabajar para el extranjero sin haberme subido nunca a un avión, porque no los entiendo, no entiendo a los que se fueron y no entiendo a los que se quedan. Estoy en una realidad que no me pertenece.

La última vez que me encontré no estaba en una burbuja llena de insultos y recriminaciones. Creo firmemente en el poder del cambio, en que los sueños se cumplen sin sacrificar demasiado, que los que luchan sí ganan, pero también creo que el azar es una broma del mal gusto.

 ¿Y si mejor nos vamos a dormir?

20120109

Trip to New York

Nunca me había afectado tanto el sentimiento de rechazo como cuando estuve en la embajada de los Estados Unidos, esperando a que un cónsul decidiera si era candidato o no para viajar a su acaudalado país. Fueron las dos horas más tensas de mi vida, desde que realicé mi examen para entrar a la UNAM.

Todo empezó mal: el trámite para sacar el pasaporte fue una verdadera pesadilla de la burocracia mexicana; sin embargo, tenía sus ventajas. Como ya había pagado el pasaporte, no había motivo para que lo rechazaran, pero tuve que pasar los típicos “no podemos aceptar su acta porque está vieja” y “su registro civil ya no existe”.

¿Yo qué iba a saber? Nunca había tenido la necesidad de viajar a los Estados Unidos, pero se presentó una de esas juntas laborales a la que tienes que asistir quieras o no, trabajes en Estados Unidos o no. Llené la solicitud DS-160 en internet en un total de dos días. Dos días en los que tuve que hacer un extenso recorrido de mi presente y pasado para escribir, con lujo de detalle, quién soy, qué hago, qué he hecho y hacia dónde voy, no sólo geográficamente.

Luego vinieron las situaciones de temporada vacacional: que si el pavo no tenía quién lo inyectara, que si se hacía con tequila o ron, y entonces tuve que posponer la entrevista con la embajada durante varias semanas. Pero tarde o temprano iba a pasar, no podía evadir el momento por siempre. Además, la junta laboral estaba por ocurrir y se me agotaba el tiempo para cumplir con los deberes.

“Cumple tus sueños… de forma legal”, decía uno de los carteles pegados en la embajada. Yo iba de traje (un traje PRECIOSO que compré especialmente para la ocasión), con una carpeta llena de papeles que acreditaban mi procedencia, labor, estado civil, estado financiero, escolaridad, en fin, todo lo que me sirviera para probar que mi concepto de sueño americano va más con una canción que con la migración.

Dos horas formado y sólo dos minutos para que la cónsul decidiera que todo estaba en orden. Así, sin más. Sólo le bastaron dos preguntas para saber que no mentía y soltó la frase: “Su visa está aprobada”. “I gotta be the luckiest guy in the world”, me dije, mientras salía del edificio esperando que en cualquier momento me dijeran que estaba en Cámara Escondida.

Cuando al fin tuve la visa en mis manos, recibí el correo del jefe supremo donde informaba que la junta se iba a llevar de una forma diferente: íbamos a entrar al nuevo siglo con las videoconferencias, así que nadie necesitaba trasladarse a las oficinas principales. Adiós viaje.

Pero no puedo pensar que todo valió para nada. Quizá algún día junto los 15 mil pesos que se necesitan para quedarse un fin de semana en Nueva York. Tal vez Los Ángeles.