20090517

El amor en tiempos invisibles

Estar en contra del retrato de pareja me ha dejado al descubierto. No es en realidad la forma que uso para expresar mi soledad decidida, sino la oculta queja de que mis retratos no sirven, nunca lo han hecho.

Envidia, celos, resentimiento o quizá un profundo anhelo de cambiar la mala suerte que ha sido marca inherente de los días que he vivido. Porque el otro misterio es que en secreto soy autodestructivo y peligroso. Enemigo de mí mismo.

Y bipolar y amoroso. Me empeño en el amor que es imposible, el que me asegura existir y coquetearme, pero que finalmente está dado a la negativa de un futuro permanente. Existe pero es imposible, se da pero no lo puedo tocar. Lo tengo y a la vez nos huimos mutuamente.

Por eso no existen los retratos de pareja, porque yo no los quiero y ellos no me quieren. Porque nos vamos a comer a escondidas de la gente y nos quedamos prendados sin decir palabra alguna. Pero en el fondo no está pasando nada de eso, el amor que siento y el amor que siente es impedido por las líneas del contrato que no implican la mezcla de trabajo y placer.

Es mejor decirlo en voz alta y dejarlo al destino ya conocido. Le quiero, es más, le amo. Pero jamás me atrevería a pedirle el retrato que en secreto siempre he deseado, porque no nos va y porque no existe. No lo veo. 

Pero es mejor ponerlo de forma explícita para no confundirlo después y saber que las cosas que no pueden ser, son de otra manera, de la manera en la que, si uno es inteligente, se pueden disfrazar para sentirlas menos vacías.

20090511

El Diario

Debería tener un registro del ánimo. Una libretita en la que pudiera escribir los días buenos y los días que no son para recordar. Los momentos agradables y los pensamientos que me aterran cuando veo pasar el metro.

Me acuerdo que antes me daba mucho remordimiento el pensar en huir al mar. No quería dejar a las personas importantes de mi vida, hasta que un día me dí cuenta que es mejor irse a siempre lamentarlo. Aún así, no me voy.

Sí, debería llevar un registro para forzarme a no olvidar. Porque se me ha hecho costumbre: rostros, fechas, comidas, olores. Todo ha sido opacado enormemente por el olor a tabaco y el desprecio general.

Si pudiera definir en pocas palabras el sentimiento que me inunda, éstas serían: TENGO MUCHO CALOR. Porque ya no hay esos encontronazos conmigo mismo, ni con los viejos amores que en realidad nunca lo fueron o con los adornos de vida que se quiebran con facilidad. Practicamente ya no hay nada.

Pero existe un fuerte temor para no tener registro de las emociones que abundan en el tiempo. No quiero ver el reflejo de las cosas que me he tenido que ocultar. No quiero ver ESE reflejo.