Envidia, celos, resentimiento o quizá un profundo anhelo de cambiar la mala suerte que ha sido marca inherente de los días que he vivido. Porque el otro misterio es que en secreto soy autodestructivo y peligroso. Enemigo de mí mismo.
Y bipolar y amoroso. Me empeño en el amor que es imposible, el que me asegura existir y coquetearme, pero que finalmente está dado a la negativa de un futuro permanente. Existe pero es imposible, se da pero no lo puedo tocar. Lo tengo y a la vez nos huimos mutuamente.
Por eso no existen los retratos de pareja, porque yo no los quiero y ellos no me quieren. Porque nos vamos a comer a escondidas de la gente y nos quedamos prendados sin decir palabra alguna. Pero en el fondo no está pasando nada de eso, el amor que siento y el amor que siente es impedido por las líneas del contrato que no implican la mezcla de trabajo y placer.
Es mejor decirlo en voz alta y dejarlo al destino ya conocido. Le quiero, es más, le amo. Pero jamás me atrevería a pedirle el retrato que en secreto siempre he deseado, porque no nos va y porque no existe. No lo veo.
Pero es mejor ponerlo de forma explícita para no confundirlo después y saber que las cosas que no pueden ser, son de otra manera, de la manera en la que, si uno es inteligente, se pueden disfrazar para sentirlas menos vacías.