20080614

Verborrea

Mientras dormitaba con algo de calentura y un mucho de frío, pude encontrar por fin la respuesta a una de las incógnitas de mi vida.

Durante los últimos años he sufrido de ataques de verborrea curiosos y en ocasiones innecesarios. Vienen cuando menos los espero y normalmente desatan eventos desafortunados y muy trágicos. Pero tras un repentino análisis de los eventos en los que se ha visto involucrada mi personalidad un tanto bipolar, he llegado a la conclusión de que sí existe una razón para que esto suceda.

Hace años, cuándo todo era el despertar hormonal adolescente, las borracheras eran sin estilo y sin cerveza, cuando los poemas incluían un 50% del "Te adoro, eres lo mejor de mi vida" obligado, mis visitas a todos lados y mis tiempos compartidos eran con Miguel.

Y las pláticas en ese entonces no eran largas o interesantes. Normalmente cuando me siento nervioso o pienso demasiado las cosas, me invade un silencio tan grande que se puede palpar. Entonces sólo escuchaba y caminaba, en ocasiones reía, aunque su sentido del humor era por demás deficiente.

Y siempre hubo problemas, siempre había descontentos o malos entendidos. Pero siempre volvíamos a lo mismo: a la compañía mutua a la que estábamos acostumbrados. La compañía con silencios.

En un correo que me envió, escribió lo siguiente de manera parafraseada, dado que dicho correo se ha perdido en la inmensidad del mundo cibernético del 2003: "Me parte la madre que cuando te pregunto algo me respondas con un "No", "Sí" o "No sé", preferiría que me inventaras algo porque pareciera ser que no quieres hablar conmigo".

Y es así como intuyo que el camino de las palabras excesivas se volvió parte de la vida cotidiana. Y ya no hay silencios... bueno, a veces si, con los hombres que me siguen poniendo nervioso, y con los que sólo escucho y río.

2 comentarios:

X e n d r a dijo...

Claro, y aunque esa sensación a veces nos acorrale de manera tan espesa no podemos negarle la entrada a las palabras que se van deslizando por entre ellas mismas.

Te sorprenderá querido Cleptómano que te escriba, pero justo hoy navegando por este cristal cibernético me topé con tu blog: “Historias del Hombre Cleptómano” y es que, has de saber que por aquí, por el Perú, también hay un cleptómano. En este caso, uno que fue creado con la vehemencia de unas tardes sin zapatos al lado de Lorena (ella) pero casi tan real como tú.

Un gusto toparme con Ud. Cleptómano de verdad. Ojala que podamos compartir historias.


Blogo-saludos.

Anónimo dijo...

Una vez me escribieron algo:
"...Y es que darle sentido positivo a los silencios, es algo que debo agradecerle..."
Oh, me sorprende que me lo haya aprendido, textual...