20080209

La Carta o El Tiempo de la mudanza imprevista.

Alberto, Abraham y Juan están sentados a la mesa discutiendo sobre los planes futuros, Jeshua está en su cuarto y Javier realiza tareas domésticas cuando todos se ven interrumpidos por el sílbatazo del cartero.
Alberto: Abraham, ¿puedes hacerme el favor de recoger la correspondencia?
Abraham deja en la mesa la taza de café y se levanta, camina hacia la puerta, y como lo marcan las reglas, no abre, sino que espera a que el cartero arroje la correspondencia por la rendija.
Comienza a revisar los sobres, sólo son 2. Uno es de un pago por realizar, el otro es de ese remitente que está prohibido mencionar en la casa. Abraham al ver el segundo sobre se quedó paralizado, camina hacia la mesa y se lo entrega a Alberto. Éste queda igualmente petrificado, por supuesto guarda sus impresiones bajo su ceja tupida y sus facciones marcadas.
Alberto: Vamos a dejar el sobre en la mesa y no quiero que de momento NADIE lo abra, mucho menos lo vaya a leer, necesito pensar qué vamos a hacer, no tenemos tiempo para desperdiciarlo pensando tonterias.
Juan: ¿Es de...?
Abraham: ¡No lo digas!
Javier escucha desde la cocina la conversación, pero no se atreve a preguntar en realidad qué está pasando.
Juan: Si quieren yo lo leo, no creo que nos afecte saber qué quiere.
Alberto: Dije que nadie lo va a abrir, en realidad nadie muere de curiosidad por saber mas que tú.
Abraham: Quizá es algo importante, digo, ya llegó el sobre, podemos leer y luego volver a nuestra vida, es sólo una carta.
Alberto: No pendejo, no es sólo una carta, ni siquiera es por la carta, no tenemos qué saber nada de él. Y se acabó, no se hable más del asunto. (Alberto se levanta a hacerle compañia a Jeshua, el cuál parece ser de momento su único aliado.)
Juan: ¿Qué dices? ¿Lo abrimos? Alberto ni se va a enterar, yo sé que al igual que yo mueres por saber de él. Es importante, y ni tú ni yo tenemos que reprimirnos sólo porque Alberto es un cobarde que no puede manejar lo que siente.
Abraham: Tú tampoco puedes manejar muy bien lo que sientes.
Juan: Sí, pero la diferencia es que yo no me arrepiento, ándale, necesito estar apoyado.
Javier se acerca a ellos al ver la importancia del asunto.
Javier: (Toma el sobre) No lo abran, por favor. Si Alberto se entera a todos nos va a ir mal. Además no nos mudamos aqui por nada, la verdad es que no quiero que volvamos a pasar por... bueno, no me hagan repetirlo.
Juan: (Le arrebata la carta) Ay ya, trae acá. (Abre el sobre y revisa primero la carta en silencio) ¡Verga! Sí está fuerte, creo que Alberto sí tiene que leerla porque nos tiene que proteger.
Abraham: ¡Anda gran cabrón, leela para todos!
Juan: El domingo pasado supe tú dirección, la verdad me dí 2 o 3 vueltas a la manzana esperando que...
Alberto toma a todos por sorpresa al regresar con Jeshua a la mesa.
Alberto: Creo que fui muy claro. (Toma la carta en sus manos y la mete a su bolsillo) Y ¿Ahora qué? ¿Qué chingados quieres hacer Juan? Porque eres muy bueno para traer los problemas y dejarmelos al final, y estoy hasta la madre de tener que limpiar tus desastres.
Abraham: Tienes que ser objetivo Alberto, a todos nos atañe la situación. Hay que ser justos y discutirlo entre todos. Nos encontró, ¿qué vamos a hacer al respecto?
Javier: Yo no quiero saber, no quiero, porque aquí nadie lloró, yo sí.
Alberto: Tú porque eres bien maricón. Está bien, vamos a sentarnos todos a discutirlo.
Primero y ya que están todos TAN ansiosos, vamos a leer este pedazo de mierda (Saca el papel, lo desenvuelve y se dispone a leerlo) El domingo pasado supe tú dirección, la verdad me dí 2 o 3 vueltas a la manzana esperando que salieras y pudiera verte, pero no fue así. Gracias al cielo, porque si hubieras salido es muy probable que no me hubiera controlado, hubiera sacado mi arma y quizá te habría pegado un tiro en la cabeza. Quizá hubiera ido corriendo a abrazarte. Pero no, no saliste y la verdad es que no sé si volveré a buscarte, es probable que sí, es probable que no, todo depende de las circunstancias y la medicina.
Sí, te jodí, pero tú a mí también y eso es algo que no dejaré pasar por alto. Me costó trabajo encontrarte, y algo tiene qué pasar, no se aún qué, pero algo.
Juan: Este cabrón se volvió loco.
Javier: Se los dije, siempre me pareció mala idea. No debiste haberle dado la golpiza que le diste Alberto, de no ser así, no nos estaría buscando.
Alberto: Está buscando a uno de nosotros, y les aseguró que no es a mí. Sí, pude haberlo madreado, pero no fui el último al que vio. De mi presencia ni se percató. Quiero que todos le demos las gracias a Juan.
Abraham: No, en realidad creo que viene por mí. De no ser así, pues yo doy la cara, no creo que sea tanto problema. Está herido, pero igual nosotros. Hablando se entiende la gente.
Alberto: Nadie va a hablar con nadie, nadie va a hacer nada que no les diga, ¿entendieron? (Todos asienten con la cabeza) Nos vamos.
Todos empacan sus pertenencias, lo más básico porque él estaba cerca, no podían arriesgarse tanto, no podian arriegar a los frágiles del grupo, a Juan y a Javier.

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