- Es que no entiendo, ¿por qué no quieres verme?
-Porque siento que tú esperas algo más de mi, algo que no te puedo ofrecer.
-Ese fue el problema. La verdad es que yo no espero ya nada de nadie.
Hubiera estado padre, pero vivimos lejos, pensamos diferente, no tenemos tiempo y yo sólo tengo falsas ganas.
Y valías la pena en cuanto yo me mintiera que de verdad quería esto. Pero no quiero esto.
Una opción menos a considerar. Tres eran el total, aunque es el máximo número de opciones que he alcanzado a lo largo de mi vida. ¿Quién se iba a imaginar que con los años no he aprendido el arte de hacer valer lo que quiero?
Pero una cosa es bien cierta, no me iba a arriesgar a que no te acordaras de mi nombre, a que yo pusiera mi última velita en tu frío cadáver, a que yo esparciera mi azúcar en bendición para ti y quien fuera aparte de mi.
Entonces no, quedamos en que ninguno pierde nada, sólo un poquito de existencia. Que obviamente tú no entiendes y yo entiendo de sobra.
Por cierta, las otras opciones que quedan tampoco me entusiasman, pero he dejado al tiempo el conocimiento de si la apatía proviene de mi o de que en verdad espero algo mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario