20090517

El amor en tiempos invisibles

Estar en contra del retrato de pareja me ha dejado al descubierto. No es en realidad la forma que uso para expresar mi soledad decidida, sino la oculta queja de que mis retratos no sirven, nunca lo han hecho.

Envidia, celos, resentimiento o quizá un profundo anhelo de cambiar la mala suerte que ha sido marca inherente de los días que he vivido. Porque el otro misterio es que en secreto soy autodestructivo y peligroso. Enemigo de mí mismo.

Y bipolar y amoroso. Me empeño en el amor que es imposible, el que me asegura existir y coquetearme, pero que finalmente está dado a la negativa de un futuro permanente. Existe pero es imposible, se da pero no lo puedo tocar. Lo tengo y a la vez nos huimos mutuamente.

Por eso no existen los retratos de pareja, porque yo no los quiero y ellos no me quieren. Porque nos vamos a comer a escondidas de la gente y nos quedamos prendados sin decir palabra alguna. Pero en el fondo no está pasando nada de eso, el amor que siento y el amor que siente es impedido por las líneas del contrato que no implican la mezcla de trabajo y placer.

Es mejor decirlo en voz alta y dejarlo al destino ya conocido. Le quiero, es más, le amo. Pero jamás me atrevería a pedirle el retrato que en secreto siempre he deseado, porque no nos va y porque no existe. No lo veo. 

Pero es mejor ponerlo de forma explícita para no confundirlo después y saber que las cosas que no pueden ser, son de otra manera, de la manera en la que, si uno es inteligente, se pueden disfrazar para sentirlas menos vacías.

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