20080412

De Cabeza Corazón

El otro día por poco y se me ocurre hablar de manera inapropiada. Generalmente necesito un poco más de alcohol o de valor para poder decirlo. Pero esta vez sentía las palabras coquetas revolotear en la boca; y tenía dos opciones, vomitarlas y pretender.

Resulta que pretender es aparentemente más sencillo que vomitar. Pero temo que no podrá ser así por siempre.

Aunque luego me pongo a pensar. Por qué me enamoro de el primer hombre que se que jamás me mirará de la misma forma que yo a él. Uno escucha historias todo el tiempo, historias de ese amor espumoso que se desborda y jamás termina. Los míos no suelen ser así.

Mis amores suelen estar rodeados de ganas y esperanza, sólo de eso. ¿Alguna vez alguien ha tocado las ganas o la esperanza? Eso es porque tienden a no existir (Mis amores, no la esperanza y las ganas).

En fin, el punto es que hay estaba él, olfateando que en algún momento iba a soltar lo que años atrás no pude... o sí, pero huir después de decirlo no es válido a la mayoría de edad. En ese momento no existian los demás, que para mi muy mal gusto, son varios. Sólo existía él. Él y su cabello, él y sus ojos amielados, él y sus actitud de "yo la verdad no quiero a nadie" y él la verdad no quiere a nadie, quizá por eso nunca le digo nada.

Estabamos sentados en camino, sentía mi corazón como esas otras veces con esas otras personas que se lo fueron robando de a poquito. Lo cual es buena señal, mi corazón sigue latiendo.

Y volteo a verlo y viene el recuento de las cosas que perdería o ganaría. Sí, la verdad lo amo mucho. Pero el amor se me ha hecho bien difícil, siempre viene acompañado de algo que no quiero, como si le precio de amar y ser amado fuera amar y no ser amado.

Pero esta vez si quisiera amar y sentirme hermoso. Volar entre nubes y no querer jamás a nadie más. Porque por alguna curiosa razón, él saca ese lado en mí que nadie conoce. El lado de las palabras tiernas y la sonrisa sincera. El lado de la atención personalizada y desinteresada.

Qué bonito es estar enamorado.

O no.

Cuando nos despedimos viene ese sentir. No lo quiero dejar, y me gustaría que nuestros destinos no fueran diferentes. Pero yo tengo que correr hacía el otro lado de la ciudad. Lo invité a tomar una copa, con ese disfraz que siempre me sienta bien. Él accedió. Yo creo que en el fondo espera que tome valor y alcohol y le diga de una vez por todas para que entonces todo tenga sentido. No ese sentido positivo para mí, sino ese sentido en general de las cosas.

Ay sí, ojalá un día de la nada sólo me pregunte si lo amo mucho. Entonces no me quedará más que ser feliz.

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